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(Acuse de recibo) Un testimonio doloroso de la Operación Pedro Pan

Portada del libro donde Roberto Rodríguez Díaz explica su experiencia en la Operación Pedro Pan

Buenos días Joan,

Gracias por tu respuesta, no soy escritor, pero hacía años que venía escribiendo detalles de lo que fueron mis años en Operación Pedro Pan y mi exilio.

Fuimos 14.048 niños y niñas que en menos de una hora lo que dura el vuelo de La Habana a Miami dejamos la niñez en Cuba y llegamos a Miami adultos, enfrentándonos a una tierra que agradecemos que nos aceptaron, pero no era la de nosotros ni su idioma, ni las costumbres.

Al llegar al campamento un 30 de Diciembre del 1961 en Florida City, este fue mi hogar por unos meses, recuerdo un niño decirme no hagas amistades, que mañana no están y más nunca sabrás de ellos, y así fue.

Me enviaron a una casa de crianza en Pompano Beach, Florida más o menos una hora y cuarto de Miami, al llegar todo parecía bien, una familia de 5 niños, clase media alta, me recibieron en la puerta con un diccionario Berlitz, inglés-español y viceversa, ya que yo no hablaba ni entendía algo de ese idioma.

Los primeros seis meses, lo que me demoro en aprender el idioma, todo. Fue un cuento de hadas.

«La Tierra del nunca jamás» al fin había llegado. Ahí comenzó mi martirio, ellos eran unos padres abusivos, los golpes más grandes los vi en esa casa, pero ya les había comentado a mis padres que no se preocuparan por mí, que estaba con una familia buena. Ahí pase dos años más de ser testigo de lo que ocurría sin poder hacer algo.

Mi próxima parada un campamento para niños cubanos en Opa-Locka cerca de Miami, ahí llegué como un extranjero, se me había olvidado mucho de mi idioma, y me decían «El Americano», después de pasar por la experiencia que había tenido, lo menos. Que quería ser yo, era eso.

En este lugar comenzaron los abusos por parte del padre director, y por jóvenes mayores, cuando quise denunciar lo que me había ocurrido en la casa de crianza lo trataron de que era todo mentira, no tenía a más nadie, los sábados, nos llevaban al centro y nos dejaban en un parque por el día entero, pedófilos ya sabían que esta guagua llegaba llena de niños y sin alguien a cargo de nosotros.

Me enviaron a un reformatorio en Texas, ahí fui drogado 4 veces al día, sin razón, poco a poco fue causando un daño, que hasta el día de hoy si me dicen algo importante tengo que apuntarlo, no puedo leer un libro ya que no retengo algo de lo que leo, por esta causa tuve que abandonar mi estudios.

Mi madre y hermana llegaron de Cuba casi dos años más tarde, no me lo dijeron enseguida, pero unos meses después me entregaron a ella.

Ahí comenzó el tratar de acostumbrarme a tener una familia después de un poco más de cinco años, nada fácil, pero alegre de tener a mi familia una vez más, mi padre se quedaría en Cuba un año más.

Los años junto a ellos no fueron fáciles, ya yo había crecido, y me molestaba que me dijeran lo que tenía que hacer, para ellos yo aún tenía 11años la edad cuando salí de Cuba.

Hace 2 años cuando comenzó mi inquietud por escribir estas memorias regrese a Cuba después de 50 años, y fue la experiencia más linda de mi vida, conectarme de nuevo con mis raíces regresar a casa, a mi colegio, al barrio de mis tíos, y abuelos, viaje de La Habana hasta Santiago de Cuba, quería conocer mi tierra de punta a cabo, y así fue que conocí gente maravillosa, artistas como Michel Mirabal el que su bandera «Identidad» adorna la portada de este libro, otro artista Aldenis Argote y su familia, la familia Yarza Bouza donde Ileana Yarza me recibió con las palabras «Bienvenido a casa» cosas como estas, conocer El Paladar de Doña Eutimia en el Callejón del Chorro por la Catedral de La Habana su propietaria Leti Abad , y los que allí trabajan que en poco tiempo por igual se convirtieron en mi familia.

Regrese a Miami otro 30 de Diciembre 50 años después así cerrando el círculo, esta salida no fue tan difícil como la primera, sabía que ahora regresaría más a menudo, mi tierra estaba más vieja más descuidada pero ahí estaba, y mi gente no había cambiado, aún tienen el mismo sentido del humor, el mismo calor humano, que ya es difícil encontrar en otras partes, regrese con nuevas esperanzas, nuevos sueños, esos nunca se deben abandonar no importa la edad.

Joan espero esto te sirva para que la historia de los «Pedro Pans» llegue al otro lado del charco.

Quiero que otros se sientan al leer mi libro que no están solos, fuimos muchos los que pasamos por abusos físicos y mentales, y como escribo al final del libro que dejo unas páginas en blanco para que comiencen a escribir sus memorias, buenas o malas, y no seamos más ese Coro de Silencio.

Un abrazo, siempre
Roberto

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3 comentarios en “(Acuse de recibo) Un testimonio doloroso de la Operación Pedro Pan

  1. Nananina dijo:

    Que horror! y yo pensaba que mis experiencias fueron dificiles como Pedro Pan que soy, pero que va, a este muchacho le paso de lo peor, yo sin embargo nunca e regresado a Cuba, aunque siento la necesidad de ir, cuando me fui tambien a los 11 años me dijeron mis padres, no te preocupes regresaras pronto, esto no durara, mira 51 años despues ahi esta.

  2. Carlos dijo:

    ¡Qué triste vida la de este señor Roberto que tuvo que esperar más 50 años para tener la experiencia más linda de su vida! Me gustaría saber qué hizo este señor durante los 45 años que transcurrieron entre la reunificación con su madre y hermana en 1966 y su viaje a Cuba en 2011. También fui Pedro Pan. Llegué a los 12 años de edad en 1962. Dejé a mi padre (juicio pendiente) y tres tíos (30 años de prisión) maternos encarcelados por el régimen castrista. Un año más tarde mi padre fue fusilado en La Cabaña. Lo perdimos todo. El gobierno comunista nos robó todo lo que parientes por parte de mi padre, catalanes emigrados, acumularon durante 75 años de trabajar como bestias. Nunca más volví a ver a mi madre. Ella murió de tristeza tres años después. Hoy día le agradezco de todo corazón que me sacara de la pocilga en que los Castros han convertido a la Perla de las Antillas por medio de la Operación Pedro Pan. Mi hermana mayor permaneció en Cuba. Falleció el año pasado. Tampoco volví a verla. Estuve en 5 de los campamentos del Buró de Bienestar Católico de Miami donde nos albergamos los pedropanes. Porque no tuve a ninguna persona mayor que quisiera responsabilizarse de mí me vi obligado a permanecer en esos albergues hasta que cumplí 18 años de edad y me alisté en el ejército. Jamás nadie abusó de mí ni tampoco vi a ninguna persona mayor abusar de un niño durante todos los años que estuve bajo el cuidado y manutención de la iglesia católica. Que conste que no soy religioso ni tampoco un gran partidario de la iglesia para defenderla, aunque sin lugar a dudas le estoy muy agradecido por la ayuda que me prestó. Salí de ejército después de dos años de servicio militar. Estuve en Vietnam un año. Le vi la cara a la muerte en varias ocasiones. Sobreviví cuando algunos de mis compañeros perecieron. De regreso a los Estados Unidos estudié bachillerato por medio del programa del gobierno que sufraga los gastos de estudios de los veteranos. De ahí en adelante estudié maestrías (3) con becas ganadas por distinguirme en los estudios. Saqué un PH. D. en economía internacional, fui catedrático en distintas universidades norteamericanas y asesor de varias organizaciones internaciones en Nueva York y Washington. Me jubilé el año pasado a la edad de 63 años. A pesar de muchos contratiempos, mi vida ha tenido muchos momentos lindos, entre ellos el día que contraje matrimonio con mi esposa de 30 años, el día que nacieron mis hijos, el día que nacieron mis nietos… No he regresado a Cuba ni tengo intenciones de regresar mientras que los sicarios comunistas que destruyeron a mi familia estén en el poder. Soy ciudadano estadounidense y después de echar raíces aquí me he adaptado e integrado a la cultura norteamericana. Mi esposa es ciudadana francesa y mis hijos y nietos son norteamericanos. Que conste que mi historia no es muy diferente a la de muchos pedropanes que se han destacado profesional y personalmente en la tierra que les acogió. Con toda sinceridad no sé de qué coro de silencio habla el autor. Debido a la larga estancia en los albergues católicos, conozco a muchísimos pedropanes que pasaron las de Caín, momentos más duros que los míos, pero ninguno jamás me ha dicho que sufrió abusos de manos de personas mayores en el programa ni que lo hayan drogado. Después de muchos años de dedicarle tiempo al tema de Pedro Pan he llegado a la conclusión que hubieron padres que no debieron enviar a sus hijos porque esos niños no sabían cómo valerse por sí mismos ni tampoco defenderse ante las vicisitudes planteadas por la vida. Ante tales adversidades algunos se rajaron por completo, como solemos decir los cubanos y hasta llegaron a traumatizarse de tal modo que perdieron noción de la realidad. Mis mejores deseos para el autor del libro. Quizás las páginas al final del libro que dejó en blanco pueda llenarlas con pensamientos gratos y felices.

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